Cocinera desde los 8 años, doña Teresa aprendió los secretos de la buena cocina de su madre, una cañetana, que para mantener a su familia preparaba deliciosos potajes en casas ajenas. Fue ella quien también le inculcó la devoción por el Señor de Los Milagros.
"Mi mamá me encomendó a Él porque yo nací medio cieguita y asfixiadita", cuenta. Desde ese momento cada octubre viste de morado y hace penitencia. "Para mí la devoción al Señor de los Milagros es una cosa de tradición familiar, (...) cuando es el Mes Morado no voy a reuniones, no voy al cine, no voy a ninguna parte, rezo y no pruebo todo lo que me puede gustar, como mi turrón", manifiesta. Hecho curioso teniendo en cuenta que ella es una de las pocas que lo prepara según la receta original.
La creación del turrón de Doña Pepa tiene varias hipótesis, pero la más fabulosa es la de Josefa Marmanillo (Doña Pepa), una esclava negra que sufría de parálisis en las articulaciones y que fue curada por el Cristo Moreno. En agradecimiento, preparó un dulce que empezó a repartir en los alrededores de las Nazarenas, luego su hija y las generaciones sucesivas.
¿En qué se diferencia un turrón de Doña Pepa actual de uno tradicional?
Ahora utilizan azúcar para hacer la miel porque es más fácil darle consistencia, yo le pongo chancaca, como debe ser, aunque demore más. Hay que escoger una de buena calidad. Yo me demoro dos horas para hacer un kilo de turrón.
Es que la preparación de este dulce requiere paciencia y destreza manual para suavizar la masa que lleva: 1kg de harina, 8 yemas de huevo, ¼ de manteca, ¼ de mantequilla, una cucharada de ajonjolí molido y 1 taza de agua con una cucharada de anís concentrado, según la receta de nuestra experta, quien luego procede a hacer los palitos que irán uno sobre otro, en capas, previo baño de la miel, elaborada con un concentrado de frutas, entre las que encontramos naranja, higo y la infaltable chancaca. Estas deben hervirse hasta que tomen punto.
"Todo lo que he empezado en la vida a sido por necesidad, empecé a hacer turrones para vender, pero sólo a familias y amigos que me pedían. Incluso tuve un cliente que era diabético y yo inventé un turrón con harina integral y miel de abejas, para él", comenta.
Sin embargo, este potencial culinario pudo haberse perdido debido a que nuestra entrevistada pensó en algún momento de su vida dedicarse a la Obstetricia, sin embrago, el desmayo que le provocó ver a un niño nacer, alejó en ella esa idea y prefirió dedicarse a la cocina. Hoy a sus 71 años, es dueña del conocido restaurante criollo 'El Rincón que no Conoces', en Lince, donde da rienda suelta a sus conocimientos culinarios.
Las paredes de su restaurante, están recubiertas de premios y fotografías, donde doña Teresa aparece al lado de ex presidentes, artistas y deportistas y en la que también se distingue una imagen del Cristo Moreno.
¿Por qué con toda la fe que le tiene al Señor de los Milagros no pertenece a la Hermandad?
Con todo el respeto que la Hermandad me merece, no estoy de acuerdo con muchas cosas. Acompañar al Señor es muy lindo, pero también es una penitencia. Usted no se imagina de los pleitos de la gente a la hora de la comunión. La gente se pone a pelear entre hermanos y después levantan la mano para comulgar. Yo pienso que no cumpliría con el Señor como quisiera si soy hermana.
Todo tiempo pasado fue mejor
Doña Teresa recuerda con nostalgia como se celebraba el Mes Morado en su juventud, a mediados del siglo pasado. Cuenta que en día de procesión, en la avenida Tacna se apostaban las "vivanderas", puestos donde la gente morena vendía picarones, turrones, pastelillos de yuca y otros platos que eran la delicia de los devotos. "Los negros con sus fuentes en la cabeza vendían el sanguito (postre elaborado con harina de maíz amarillo, manteca, pasas y chancaca), pero todo esto se está distorsionando, por ejemplo ahora todo el mundo es famoso haciendo ranfañote, embarran un poco de pan con miel y dicen que es ranfañote, cuando su elaboración es todo un proceso", enfatiza.
Asimismo, revela que antes no sólo el turrón era el dulce típico de octubre. "Habían toda clase de postres como el higo verde (en almíbar) que ya no se encuentra, el frejol colado, las rosquitas de manteca y ajonjolí, que se preparaban en una panadería famosa que había cerca de las Nazarenas. Se añoran los buenos tiempos", expresa.
El trabajo que le da su negocio a veces no le da tiempo para hacer muchas cosas, pero nunca para dejar de rendirle devoción al Cristo Moreno, al cual le agradece los éxitos obtenidos hasta ahora. "Mi penitencia en ofrecerle algo al Señor porque yo soy feliz, no tengo enemigos y no tengo sitio en mi corazón para albergar odios", dice tranquila.
viernes, 30 de octubre de 2009
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